La piedra blanda: Un cómic "dibujado" con hierro en grabados. De Rodrigo Cortés y Tomás Hijo
La verdad que resumir en el título de este artículo esta nueva obra de Rodrigo Cortés y Tomás Hijo como un "cómic" dibujado con hierro me parece una aberración a lo maravillosa que ha sido la sorpresa de disfrutar de la belleza artística de esta obra narrativa incatalogable, o sí hay que catalogarla como algo sería "una de esas obras diferentes y únicas en las que se suele perder Rodrigo Cortés". Eso sí, acompañado de la maestría con el "pincel de metal" de Tomás Hijo, que se ha visto infectado y subyugado en la construcción de la misma.
Figura 1: La piedra blanda: Un cómic "dibujado"
con hierro en grabados. De Rodrigo Cortés y Tomás Hijo.
Me llegó el paquete, y aunque tardó un poco en acabar en mis manos, cuando lo hice me llamó la atención. Un libro en una encuadernación preciosa, pero nada más abrirlo... "¿un cómic?¿Rodrigo ha hecho un cómic? ¡Qué guay!", pensé. Y lo llamé por teléfono por acordarse de mí, como siempre, para que tenga mi estantería de Rodrigo Cortés actualizada y al día.
Tras hablar unos minutos, me insistió dos veces en que no me fuera a la historia sin leer la introducción. "Léete todo, Chema, que te va a gustar". No siempre soy de los que me leo los prefacios y prólogos antes de leerme la historia. Quizá porque no me gusta el spoiler, o quizá porque me gusta tener los ojos en vacío sin ningún condicionamiento antes de sacar mi propia conclusión, pero Rodrigo no pone coma sin importancia. No pone color sin sentido. No pone decimal sin peso. Así que ese sutil recordatorio significaba algo que iba a hacer que mi percepción de lo que iba a leer se tiñera de un caleidoscopio de nuevas percepciones.
En la introducción, primero de la de Tomás Hijo, no pude más que reírme, feliz. La descripción de Rodrigo Cortes en su parte creativa de construir el castillo con impulso creativo buscando hacerlo grande es la parte de locura diferencial de sus obras, pero si conoces a Rodrigo sabes que ese "dadaismo" es sólo una parte de lo que se viene encima después.. que ya me lo sé yo.
Y es que después de que la locura haya sembrado el corazón de la obra, viene el otro Rodrigo que conocemos bien, el que escribe con 17 decimales, el que, como dice Tomás Hijo, necesita hacer la tilde de la letra del tamaño correcto y no muy grande. El que viene con las herramientas de relojero, los gafas de gran aumento, y se embarca en tallar cada milímetro de la obra.
Cada milímetro. Todo tiene que encajar en su sitio, incluso si su destino viene infundido por la locura creativa, pero ya que se va a contar una historia con viñetas cinceladas con hierro, vamos a hacerlo con cada detalle en su sitio, y si hay que ir a por la tinta de esta viñeta a una fábrica de Polonia donde la hacen con sangre donada por ninfas de otra dimensión... pues hay que hacerlo. Las cosas no pueden no estar hechas como exige cada creación.
Después de reconocer a Rodrigo Cortés en cada una de las palabras y experiencias que narra Tomás Hijo, me puse con la introducción de éste, que comenzó con el sutil aroma de un mensaje que venía a decir, algo así como, "entiendo que haya sido duro el proceso, pero era lo que había que hacer Tomás". Ya sabéis, como esos genios que entienden que los demás tengan que sufrir el dolor de afinar a otro decimal más, pero que no le tiembla la mano. Es lo que hay que hacer. Esa tilde es demasiado grande. Pero después, desvela el misterio que había en mi cabeza - y que siempre busco en lo que hace Rodrigo -... ¿por qué se metería en este proyecto? -
Rodrigo Cortés no se mete en un proyecto que no haya sido capaz de sobrevivir a su examen de unicidad, de resquicio, de esquina no transitada y sin luz en la que se puede acercar una cerilla protegida por la mano, así, con cuidado, lo suficiente para que se pueda ver lo que allí sucede, pero sin necesidad de que se vea todo; que queden tinieblas y penumbra donde la mente de cada uno tenga - se vea obligado, no le quede otra, es lo que hay - que completar con sus propias herramientas de pintar lienzos, y si no las tiene... pues no las tiene, ¡qué le vamos a hacer! Cada cuál se enfrente a la vida y a la obra con sus herramientas. Los proyectos de Rodrigo no vienen a ayudarte a entender nada. Es más, vienen a confundirte todo lo que puedan, que de eso trata muchas veces el arte, de obligarte a preguntarte cosas y responder cosas difíciles con emociones encontradas.
Pues esa es la historia, pero para que sea única, está narrada visualmente en dibujos cómo un cómic que Tomás Hijo ha tallado en tantos grabados como viñetas le ha debido pedir Rodrigo, más todas aquellas que habrá descartado después cuando la obra no acaba de hacer el "clic" perfecto en cada micro-segundo de la historia. Pero para que la puedas entender, para que puedas ver un poco más de esa esquinita a oscuras, debes saber que cada viñeta está hecha como está hecha.
"¡Este Rodrigo Cortes está loco, y Tomás Hijo también por dejarse someter por la tiranía de un proyecto así", pensé.
Y comencé a leer la historia. Pero claro, ya no veía los dibujos como cuando leo un cómic. Cada dibujo crecía en mi mente. Cada detalle, cada espacio en blanco tallado para dejar sin tocar las líneas, de manera invertida, significaba un juego de espejos de los misterios de la historia que me dejaba intrigado. ¿Por qué Pedro Poco sonríe poco? ¿Por qué come jilgueros? ¿Por qué el amor es el bosque que nace del corazón de su amada?
Y me tiene loco dándole vueltas a los detalles, al orden, a la disposición de cada dibujo en cada posición de cada página, al por qué, y lo más importante.... a lo que es comunicarse con los creadores a través de una obra. Un juego de espejos donde los creadores plasman en ella emociones, sentimientos, historias, preguntas, dudas y misterios, que la obra se los devuelven. Cuando ellos la terminan, te la entregan, pero el espejo se da la vuelta, te escupe otra obra que está rebotando contra ti, contra cada uno de los que las leemos, y nos metemos en una espiral que nos obliga a encontrar las emociones, las preguntas, y si nos atrevemos, a darnos alguna respuesta.
Eso es La piedra blanda para mí.
¡Saludos Malignos!
Autor: Chema Alonso (Contactar con Chema Alonso)
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