Talento, Suerte y Disciplina de Trabajo
Muchas veces me han dicho que tengo Talento para la tecnología, que se me da bien, o que soy muy bueno haciendo charlas. Son halagos peligrosos de los que intento protegerme. Una forma de hacerlo es contar cómo tenía pánico a hablar en público, o todas las veces que no me salieron bien las cosas, como hice en el Discurso de graduación de la Universidad Carlos III. Los halagos generar un halo de bienestar que puede equivocarte en lo que debes hacer, trabajar.
También he oído alguna vez que hay que tener Suerte, o que he tenido suerte, o que ha sido mala suerte, o que la suerte ha sido el factor clave en algo. Personalmente soy de los que creen en las casualidades de la vida, pero más bien creo en la matemática y en la estadística, y aunque la probabilidad de que un suceso aleatorio único sea independiente, si echas mil millones de veces la caña al río tendrás más probabilidades de pescar un pez, que era lo que nos recordábamos en Informática 64 cuando teníamos que seguir creciendo.
Como una mente de ingeniero que tengo, y después de llevar toda una vida trabajando, suelo llevar cuenta de las cosas que hago, las que salen bien, las que no, las que están aún en "Room for improve", las que puede poner con KPIs de una forma u otra. No hay otra manera de hacerlo para mí. Si no puedo medirlo, no puedo incidir en ello. Y si no puedo incidir en ello, ¿de qué sirve que tome una decisión u otra? No creo en ese mundo caótico dadaista que algunos pintan, soy más de creer que hasta la piscohistoria de Hari Seldon, basada en una estadística inventada por el maravilloso Isaac Asimov en la Serie de la Fundación, podría existir. ¿Por qué? Porque se basa en algo medible.
Entiendo también que cada uno somos como somos. Yo era cómo era y soy como soy. Tengo algunas limitaciones que tengo que vivir con ellas. Tengo otras cosas con las que tengo que pelar para mejorar y no dejar que me definan, o me limiten. Es el Setup de mi coche, y con el tengo que correr la carrera para sacar el máximo de lo que dispongo, así que no hay mucho más que aceptar que otros coches serán más guapos, más altos, más rápidos, más resistentes, más bonitos, o con ruedas mejores. A partir de ese momento, solo debo pensar en lo que puedo incidir yo.
Con todas esas condiciones de contorno, solo hay una cosa en la que pueda incidir directamente, y es en o que haga yo con todo esto. En cómo mejore mis habilidades, en cómo suma de nivel mis capacidades, en cómo mejore mi chasis, mi electrónica, o el conocimiento del circuito. En cómo trabaje, día a día, para estar un pasito mejor por haberlo dado en una dirección correcta. Y para ello solo hay algo que puedo hacer, que trabajar con disciplina.
Es lo único que sí puedo medir, mi trabajo. Es mi forma de cuantificar mi disciplina. ¿Por qué escribes un post todos los días en el blog? Porque me obliga a trabajar la mente. Es mi gimnasio mental. Mi forma de aprender cosas nuevas. De estudiar cosas nuevas. De saber que hay más cosas que no sé. De saber que tengo que saber más cosas. De meterme en proyectos nuevos. De avanzar los proyectos que ya he hecho. Es mi medida de trabajo.
No se me daba bien escribir, tuve que escribir mucho para poder sentirme cómodo con las palabras que tecleo. No se me daba bien dar charlas y tuve que dar muchas, escuchar a los que me daban consejos, y a los que aún me dan tips correctivos que ni mucho menos me tomo a mal. No se me daba bien programar, tuve que ir muchos años a academias y programar muchas cosas en casa. Tampoco se me daba bien la ciberseguridad o el hacking, tuve que leer muchos libros, blogs, escuchar a los que sabían y seguir haciéndolo a día de hoy. Tampoco sabía cómo se montaba una empresa, una startup, cómo se hacía la contabilidad de una compañía, cómo iba el pago de impuestos de las compañías, cómo funciona la economía, o los procesos administrativos. Tuve que aprender para mejorar.
De todas esas cosas, me siento un aprendiz. Ya, siendo un Hacker L, es verdad que muchas lecciones de primeros cursos las he sacado - algunas con buena nota -. He sacado buenos tiempos en la vuelta de clasificación y en carreras con el coche trabajado que piloto. Pero el día que debe de considerarme que aún estoy aprendiendo, ese día sé que el coche se deteriorará y será una peregrinar por la pista, cosa para la que no estoy dispuesto.
Así que, como no puedo medir el talento, ni si la bola que va a salir de la bolsa en el próximo suceso independiente de la serie va a ser blanca o negra, mido lo que sí que puedo medir, que es mi grado de Disciplina en el Trabajo. Mido si cada día cumplo con las tareas que me tengo marcadas, si cumplo con las cosas que tengo que aprender, hacer, dedicar a lo que tengo que sacar. A hacer delivery, que ya sabéis que para mí esto va de clavar clavos.
¿Por qué os cuento esto?, podéis preguntaros alguno. Pues porque anoche, metido en la cama, me preguntaba sobre qué iba a escribir hoy. Estaba destrozado de una semana con viajes, conferencias, y mal dormir por el calor, y en un momento dado empezó a surgir la semilla de la autocomplacencia, dándome unas excusitas:
"Es sábado, tampoco es tan importante que escribas todos los días. Ya tienes 50 años, puedes dejar hoy de escribir. Total, tienes el artículo del paper ese a medias, déjalo para otro día y hoy descansa".
Como os podéis imaginar, salió el "Demonio cabrón de las excusitas" y me dijo...
" ¿Qué no tienes nada de lo que escribir? Pues ya puedes ir pensando algo, porque mañana vas a sacar el post. Además, puedes publicar algún texto de eso, de lo importante que es para ti tener disciplina de trabajo, y de por qué lo hacemos así. "
Y como niño bueno que siempre he sido... aquí están hechos mis deberes. Feliz sábado, compañeros que también tenéis vuestro demonio cabrón.
¡Saludos Malignos!
Autor: Chema Alonso (Contactar con Chema Alonso)
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