lunes, septiembre 24, 2018

El cuento de "El batería suplente de The Goo Goo Dolls"

Aún sigo contándoles historias inventadas de mi boca a mi Hacker y mi Survivor. Sigo viviendo historias con el Dragón Matías y sigo disfrutando de adornarles las narraciones con todo tipo de cosas y vivencias que tienen que ver con su realidad. Un poco de realidad, un poco de ficción y un poco de magia. Es la formula que sigo.

Como ya os dije, estoy recopilando todas las historias que me invento sobre el Dragón Matías, todos los cuentos como El Gigante de los Juguetes, La Hormiga Valiente o Serpentina y los quesos olorosos. Hoy os traigo uno que le cuento a mi Hacker desde que fuimos a ver a The Goo Goo Dools en concierto. Una historia que tiene que ver con realidad y magia mezcladas en un cuento que le encanta que se lo narre por las noches mientras toco la batería. Aquí os lo dejo.

Saludos Malignos!

Figura 1: El batería suplente de The Goo Goo Dolls

Parte I: La Princesa Chiquitina no se duerme

La Princesa Chiquitina estaba muy nerviosa. Aún su cuerpo le pedía actividad física. Quería saltar. Quería correr. Quería botar. Pero ya no era hora para ello. Todos dormían alrededor de la fogata. Menos ella. O al menos eso le parecía a la

Tenía los ojos abiertos debajo de la manta que le había dado su mamá cuando era pequeña y que siempre la acompañaba cuando salía de viaje. También tenía con ella, apretada contra su pequeño cuerpecito y debajo de la manta, a su “Pepita”. Su muñeca favorita. Esa muñeca que por nada del mundo le hubiera podido quitar El Gigante de los Juguetes. ¡Qué lo hubiera intentado!

El Dragón Matías estaba vigilante y se había percatado del latido acelerado de la Princesa Chiquitina debajo de la manta. Parecía una pulga saltarina debajo de la gran manta. Y el viejo Dragón Matías sabía qué le estaba pasando. Estaba intranquila por las aventuras de mañana y no lograba conciliar el sueño, así que decidió hacer algo.

De repente la Princesa Chiquitina notó un golpecito en el culete, por encima de la manta. Y se asustó. Abrió aún más los ojos y se incorporó.
- “ ¡Eh, viejo Dragón Matías! ¿Por qué me has dado con la cola en el culete? ¿Te parece eso bien? ¡Abusón! ¡Que estás golpeando el culete de una niña pequeña!”
El Dragón Matías se quedó sorprendido. No esperaba esa reacción. Le había pillado totalmente por sorpresa. Se incorporó un poco y le pidió a la Princesa Chiquitina que no gritase, que iba a despertar a los demás.
- “Discúlpeme Princesa Chiquitina, no era mi intención molestarle. Tuve la impresión de que se sentía un poco intranquila por las aventuras que tenemos por delante mañana y pensé que le costaría conciliar el sueño.”
- “Pues sí, me está costando un poco, pero eso no te da derecho a darme un coletazo de dragón en mi culete”, replicó al tiempo que se cruzaba de brazos y fruncía el ceño sentada debajo de su manta.
El Dragón Matías suspiró, y viendo lo enfadada que estaba la Princesa Chiquitina, decidió que era mejor probar otra estrategia. Y así se lo propuso.
- Princesa Chiquitina, ¿te gustaría que te contara un cuento a ver si te ayuda a conciliar el sueño?”, propuso el viejo Dragón Matías.
- “¡¡Sííííííííííí!!, ¡cuento, cuento, cuento!”, contesto con un grito controlado la Princesa Chiquitina.
El Dragón Matías sabía lo mucho que le gustaban los cuentos, así que era sencillo conseguir que la Princesa Chiquitina se emocionara con la idea. Así que la cogió con la cola y la subió a su chepa para separarse un poco del grupo y no molestarles con la historia.
- “¿Cuál me vas a contar viejo Dragón Matías? ¿El de La Hormiga Valiente? ¿El de Serpentina? ¿cuál, cuál, cuál?”, interrogaba ansiosa la Princesa Chiquitina.
- “Ninguno de esos, Princesa Chiquitina. Todos esos te los conoces muy bien y me los podrías contar tú a mí en lugar de hacerlo yo. Te voy a contar uno que no conoces y que tiene que ver con lo que te pasa esta noche”, dijo el Dragón Matías.
- “¿Ah, sí? ¿y cómo se llama ese cuento que yo no conozco?”, dijo con los ojitos más abiertos aún si cabe, y con una sonrisa desdentada (se le había caído su primer diente a la Princesa Chiquitina) abierta de oreja a oreja.
- “Pues se llama El batería suplente de The Goo Goo Dolls”, digo el Dragón Matías.
La Princesa Chiquitina se quedo un poco extrañada. No había oído ese cuento nunca. Aún que sí que le sonaba el nombre ese de The Goo Goo Dolls. Era un grupo de músicos ambulantes que de vez venían a dar recitales en las fiestas. A su hermana, la Princesa Cassandra, le encantaba ir a verlos y ponerse en primera fila a cantar sus canciones y saltar como una loca. Pero… ¿qué tendría eso que ver con un cuento?
- “Qué nombre más raro para un cuento Dragón Matías. Espero que sea bonito.”, dijo la Princesa Chiquitina retándole mientras le señalaba amenazadora con un dedo la nariz.
El Dragón Matías sonrío pensando en qué diferentes pueden llegar a ser todos los niños. Y lo enérgica que había salido esta Princesa Chiquitina. Estaba claro que había venido a abollar este mundo con sus saltos. Y comenzó su historia…

Parte II: El batería suplente de The Goo Goo Dolls.

Érase una vez que se era una niñita pequeñita y regordeta que no quería dormir. No se dormía ninguna noche. Ninguna. Y a su papaete le destrozaba el descanso. Todas las noches la niñita pequeñita y regordeta se negaba a dormir. Una noche tras otra lloraba, gritaba y pataleaba sin dormirse. Hora tras hora en la noche.

Su papaete estaba desesperado. Al día siguiente tenía que trabajar y necesitaba descansar por la noche. Pero no había forma. Si era capaz de dormir dos horas era de casualidad. Y el día se la hacía largo e insuperable. Pero tenía que trabajar.

Eso sí, todas las mañanas la niñita pequeñita y regordeta se echaba las siestas más placenteras del mundo mientras escuchaba vídeos musicales al lado de la televisión. Dormía feliz y contenta escuchando música mientras su papaete se tenía que ir a trabajar.

Y por la noche. Otra vez la misma fiesta.

El papaete había probado todo. La había sacado por la noche a dar vueltas montada en su sillita para que se durmiera a la luz de la luna con el movimiento del transporte. La había acunado en brazos cantándole canciones de rock, de amor y hasta de La Kalabaza de Pippa. Pero nada. En cuanto la dejaba dentro de su cuna, la niñita pequeñita y regordeta comenzaba a llorar, gritar y patalear otra vez…

Así pasaron las semanas, hasta que el papaete descubrió un secreto de la niñita pequeñita y regordeta que le ayudó a resolver su problema.
- “¿Cuál era el secreto? ¿Cuál?¿Cuál? ¡¡¡¡Cuenta viejo Dragón Matías, que quiero saberlo!!!!”, dijo la Princesa Chiquitina que estaba enganchadísima a la historia de la niñita pequeñita y regordeta. De hecho, parecía que a la Princesa Chiquitina le sonaba muy de cerca esa niñita pequeñita y regordeta de la historia que podía ser insoportable a veces….”
- “Tranquila, Princesa Chiquitina, déjame continuar y llegarás al final de la historia”, respondió el Dragón Matías intentando calmarla.
Un día, cuando el papaete se iba de casa a trabajar, vio como su niñita pequeñita y regordeta estaba feliz a punto de echarse su siesta mañanera. Pero estaba más feliz que de costumbre. La culpa la tenía una canción que estaba escuchando. La canción se llamaba “Name” y era de The Goo Goo Dolls.

¿Cómo podía ser eso? La canción de ese grupo de música era capaz de calmar a su niñita pequeñita y regordeta. ¿Qué tenía esa canción? Tenía que averiguarlo. Tenía que aprender a calmar a su niñita pequeñita y regordeta tal y como lo hacían los The Goo Goo Dolls.

Ese día el papaete se pasó todo el día escuchando la canción una y otra vez. Una y otra vez. Hasta que se aprendió todos los detalles de ella. Los acordes musicales. Los ritmos de la batería. Los giros con la voz que hacía el cantante. La letra. El significado completo de la historia. Todo lo que pudo. La escuchó una y otra vez. Y al final toaba con la mano sobre la mesa la batería de la canción.

Volvió a casa con la canción en la cabeza. Dando palmaditas al ritmo de la batería de la canción. Tenía un plan y lo quería ejecutar. Había una esperanza para dormir a su niñita pequeñita y regordeta y no quería desaprovecharla. Se sabía la canción, pero no estaba seguro de que eso le sirviera. Por las noches la niñita pequeñita y regordeta solía llorar, gritar y patalear hasta extremos más de lo que una canción pudiera contener.

Cuando llegó la noche, el papaete tumbó a la niñita pequeñita y regordeta en su cama, y cuando comenzó a llorar el papaete se tumbó a su lado en la cama y comenzó a tararear la canción deThe Goo Goo Dolls. La niña pareció reconocer la melodía y redujo un poco el llanto, pero no era suficiente. Había que hacer más, pero no tenía muchas herramientas. Allí estaba él solo con su niñita  pequeñita y regordeta tumbada boca a bajo, llorando, gritando y pataleando.

Entonces se le ocurrió hacer el ritmo de la batería de la canción con suaves golpecitos sobre el culete de su niñita pequeñita y regordeta, para hacer que la canción tuviera más ritmo. Así que como se la sabía de memoria, la tarareó y le hizo los ritmos de los bombos y los platillos de la batería en el culete de la niñita pequeñita y regordeta.

Y funcionó.

La niñita pequeñita y regordeta poco a poco dejó de patalear. Luego dejó de gritar. Un poco más tarde dejó de llorar. Y luego, como por arte de magia, se durmió. Feliz. Profundamente. Se durmió. Mucho. Mucho y apretado. El papaete no se lo podía creer. Por fin podría dormir. Y así lo hizo. Durmió ocho horas. Seguidas. Sin pataleos. Sin gritos. Sin lloros. Durmió y soñó. Soñó con The Goo Goo Dolls. Soñó con todas sus canciones. Y se levantó feliz.

Al día siguiente el papaete se esmeró en aprenderse todas las canciones de The Goo Goo Dolls que tanto le gustaban a su niñita pequeñita y regordeta. Y vaya que si lo hizo. Día tras día, noche tras noche, se aprendió las melodías y los ritmos de batería de todas las canciones del grupo que tocaba con arte y esmero sobre el culete de la niñita pequeñita y regordeta.

Cachete va, cachete viene. Plas, plas en el culete. Redoble de tambor. Golpecitos rítmicos sobre el culete de su niñita pequeñita y regordeta que le convirtieron en un experto batería de las canciones de The Goo Goo Dolls.

Resuelto el problema del sueño de su niñita pequeñita y regordeta, decidió llevarla cuando ya era un poco mayor, a ver al grupo que le salvó de las noches en vela. Compró las entradas, y se fueron juntos para el concierto. Los primeros. Querían disfrutar todas las canciones desde la primera fila. Pero… algo pasó ese día.

Los miembros del grupo de The Goo Goo Dolls salieron para decir que no podían tocar. Su batería se había puesto malito y no podía dar el recital esa noche. No tenían ningún batería sustituto que se supiera las canciones y tendrían que retrasar el concierto para otro día.

En ese momento, el papaete de la niñita pequeñita y regordeta, que ya no era nunca más ni pequeñita ni regordeta, se ofreció a tocar la batería. Su niñita estaba triste y no iba a dejar que cancelaran el concierto. Se sabía todas las canciones. Una tras otra. Las había tocado cientos de veces cada una el culete de su niñita pequeñita y regordeta.

Johnny miró a Robby. Robby miró a Johnny. Levantaron los hombros y dijeron: “Why don´t give him a try?”. Y lo llevaron hasta la batería, mientras que la niñita que antaño fue pequeñita y regordeta se situaba en primera fila. Sorprendida de ver a su papaete detrás de la batería y subido al escenario con The Goo Goo Dools. No se lo podía ni creer.

El concierto comenzó con la canción favorita de la niñita que antaño fue pequeñita y regordeta. El papaete cerró los ojos y comenzó a tocar de memoria los ritmos de “Name”. Fue todo un éxito. El público se lo pasó fenomenal y el papaete se divirtió muchísimo.

Desde ese día, el papaete de la niñita que antaño fue pequeñita y regordeta se convirtió en el batería suplente oficial de The Goo Goo Dolls, y de vez en cuando ponía en práctica todo lo que había aprendido durmiendo a su niñita pequeña y regordeta tocando canciones sobre su culete.

Y colorín colorado, este cuente se ha acabado.

Parte III: Epílogo
- “¿Te ha gustado el cuento Princesa Chiquitina?”, preguntó el viejo Dragón Matías.
La Princesa Chiquitina estaba empezando a tener sueño, pero aún se resistía. Tenía junto a su naricilla a su muñeca Pepita, y la olfateaba una y otra vez para obtener los recuerdos de tranquilidad que le ofrecía ese viejo muñeco de trapo.
- “Sí, mucho, aunque creo que conozco a esa niñita pequeñita y regordeta de algo.”, dijo la Princesa Chiqutina que siempre había destacado por ser muy lista antes de añadir: “¿Sabes lo que me gusta a mí Dragón Matías para quedarme dormida?”.
El Dragón Matías se quedó sorprendido de la respuesta de la Princesa Chiquitina y le pregunto con verdadera curiosidad:
- “La verdad es que pensé que tal vez unas canciones en el culete como a la niñita pequeñita y regordeta te ayudarían a dormir”, respondió el viejo Dragón Matías.
- “Naaaahhh, eso es para mi hermana. A mí me encanan los masajes en los piececillos”, dijo la Princesa Chiquitina mientras se reía por lo bajo con autentica malignidad.
El Dragón Matías sonrió complacido, la cogió con toda la ternura que profesaba siempre a los niños y la colocó con cuidado sobre él. La llevó despacio de nuevo a a su sitio debajo de la manta. La Princesa Chiquitina cerró los ojos y se dejó hacer. El Dragón Matías comenzó a hacerle suaves masajes en los pies mientras la Princesa Chiquitina se quedaba dormida abrazada a su Pepita con una sonrisa desdentada de oreja a oreja.

FIN.

2 comentarios:

Gobekli dijo...

No logro llegar al final , me duermo antes .

Chema Alonso dijo...

@Gobekli... ¿tienes entre 5 y 10 años? Es un cuento para niñas de esa edad... Si quieres te recomiendo algo para tu edad }:)

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