miércoles, junio 13, 2018

Desayunos & Deadlines

A veces me tomó el café - los que me conocen saben que me gusta largo, aguado, americano - mientras veo a Mi Hacker y Mi Survivor dibujar. A lo mejor están leyendo un cuento, o un cómic de Asterix, o pegándose un rato. Son diez minutos nada más los que tenemos para ello. El ratito que va desde las 08:30 de la mañana que es cuando abren la cafetería de su colegio, hasta las 08:40 cuando abren el acceso a las clases.

Figura 1: Desayunos & Deadlines

A mi me gusta aparcar bien el coche para luego salir sin atascos hacia el trabajo o hacia el campo para hacer algo de deporte, así que madrugo para llegar pronto al colegio. De hecho, me levanto a las 6.00 - o incluso antes si es necesario - para trabajar un rato antes de meterme en el rato del colegio. Me gusta aprovechar la tranquilidad de la mañana para responder los correos urgentes, postear en el blog, y atender lo que más prisa corra. Luego toca ocuparse de ellas.

Cuando terminan esos diez minutos de "tranquilidad" en la cafetería toca acompañarlas a clase. Pasamos por el pabellón deportivo para llegar al comedor. Mi Hacker tiene que dejar su tartera con la comida del día en la zona destinada para ello. Mi Survivor ya va corriendo, gritándome y diciéndome "a que no me pillas, cara de tortilla".

La mochila de Mi Hacker pesa mucho por los libros, el cubo de Rubik, el cómic de Asterix, la serpiente mágica, los pinceles que a veces echa para la clase de pintura o los cuadernos de inglés, así que a veces se la subo una planta arriba, a donde están las clases de "los muy mayores". Su clase está justo en frente de la de su primo, el rubio Jedi al que pasamos a dar un beso. Siempre nos regala besos a todos. Él, teniendo un cochecito en la mano para vivir en silencio sus aventuras es feliz.

Le damos un beso al joven Jedi y a Mi Hacker, y "terremoto" Survivor y yo enfocamos regreso a su clase de "también mayores" para que entre a las nueve menos cinco. Por el camino ella corre. Todas las niñas la saludan. Alguna siempre se para a darle un beso a Mi Survivor. La conocen la mayoría porque siempre está dando guerra a su hermana en las reuniones de mayores.


Llegamos en frente de la clase de Mi Survivor. Colgamos el almuerzo en la percha, dejamos la mochila de baile al pié, que la carpeta de inglés la tengo en el coche que hoy no le toca. Si es día de piscina la cosa se multiplica, porque también hay que llevar la mochila con la muda y el albornoz. Siempre nos quedan unos minutos. Tiempo que Mi Survivor quiera aprovechar para ver el Youtube. Me siento en el suelo, ella se sienta en mi regazo y la dejo mi móvil.

Ella ve algún vídeo de Peppa Pig, de juguetes con bebés, o de la patrulla canina. Lo que sea. Yo la huelo el pelo. Cierro los ojos y la huelo mientras ella está calmada con su Youtube. Ella, además de estar concentrada aprieta con fuerza su LOL Surprise. Es el juguete que hoy se ha traído al colegio. No lo quiere perder.

Por último, aparece la prima pequeñita de la familia, que también va a este colegio. Va a la clase de los "menos mayores" que aquí todos son mayores. De los que aún solo gatean esperando a poder ponerse de pié en breve. Nos mira. Nos da un beso volador y nosotros le damos uno suavecito en la frente o en el moflete. Suave, que tiene genio la pequeñita.

De repente abren la puerta de la clase de "Las Olas" donde va Mi Survivor. Tira el móvil dos metros hacia el cielo, mientras se levanta de un salto, me da un beso rápido, aprieta la LOL contra el pecho y se mete a la velocidad del rayo dentro del aula. Quiere ser la primera. Ella siempre quiere ser la primera. Yo, capturo el terminal al vuelo antes de que mi iPhone X se convierta en un puzzle de mil piezas.

Apago el Youtube y enfilo hacia la salida. Hacia mi coche. Son las nueve menos tres minutos. Toca cambio de contexto. Hoy no toca hacer deporte. Hay deadlines por delante. Tenemos el lanzamiento de una campaña para la semana que viene y tienen que estar todo listo. Mi agenda se alarga de continuo sin tiempo para comer más que una ensalada entre una reunión y reunión. Yo lo elegí así.

Tengo el día intenso de reuniones y trabajo. Pero saldré pronto. Saldré pronto porque quiero llevar a Mi Hacker a inglés, y a Mi Survivor a baile. Y tengo que traerles su merienda. Después, antes de acostarme, y después de contarles su cuento y darle los besos de buenas noches, terminaré de rematar mi jornada de trabajo.

No es mi rutina de todos los días. Es la rutina "de algunos" días. No siempre son así mis días. No siempre tengo este balance entre vida personal y trabajo. Pero sí muchos de ellos son así. Y estos minutos me ayudan a hacer todo más llevadero. Más sostenible. Más lleno de energía. Otros días salgo con la bicicleta, otros días me voy a correr. Otros días las recojo de baile o las llevo a patinaje. Pero por suerte puedo sacar un rato para hacer este balance. Es más, me fuerzo a sacar ese tiempo. Ese tiempo para ellas, ese tiempo para mis amigos, ese tiempo para hacer deporte. Si no todos los días, todas las semanas seguro.

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En el trabajo no creo que haya horarios fijos. Ni días fijos. Ni creo que mi trabajo deba se extenso, sino intenso. No me gusta desaprovechar el tiempo en el trabajo, porque para mí significa desaprovechar por ende el tiempo en mi vida personal. No creo en la imposición de horarios, que ya me los impongo yo cuando lo tengo que hacer. Y cada uno de nosotros somos distintos. Diferentes trabajando. En mi caso, creo en los deadlines. En las fechas inamovibles en las que hay que hacer delivery. El día del evento, el día de inicio de la campaña, el día de lanzamiento del servicio, el día en que comienza el proyecto.

Tener deadlines, me permite tener desayunos en el colegio. Solo 10 minutos viendo como dibujan. O como se pelean. O como simplemente como me sonríen y me dicen cosas bonitas. Ese sí que es un bonus en el salario.

Saludos Malignos!

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